“Por sus relaciones con los idólatras y la participación que tuvieron en sus festines, los hebreos fueron inducidos a violar la ley de Dios, y atrajeron sus juicios sobre toda la nación. Así también ahora Satanás obtiene su mayor éxito, en lo que se refiere a hacer pecar a los cristianos, cuando logra inducirles a que se relacionen con los impíos y participen en sus diversiones.” Patriarcas y Profetas, pág. 489.
“Dios exige hoy de su pueblo que se mantenga tan distinto del mundo, en sus costumbres, hábitos y principios, como debía serlo el antiguo Israel. Si siguen fielmente las enseñanzas de su Palabra, existirá esta distinción; no podrá ser de otra manera. Las advertencias dadas a los hebreos para que no se relacionaran ni mezclaran con los paganos no eran más directas ni más terminantes que las hechas a los cristianos para prohibirles que imiten el espíritu y las costumbres de los impíos.” Ibíd. pág. 489.
Muchos sienten que nuestra fe histórica, con sus verdades especiales, ha sido perdida o aún arrebatada, debido a nuestra participación en el movimiento ecuménico. El movimiento ecuménico, un foro en que los participantes buscan encontrar vagos acuerdos, sin afrontar realmente las realidades de los hechos y la ficción; han representado totalmente mal a Cristo, Su doctrina y Su misión, tornándolo a El de una manera no amenazante, no doctrinal y no crítica; un gurú espiritual quien no proselitiza sino que prefiere dejar a la gente así como está. Esta representación ecuménica y uniforme, ha sido recibida por el mundo entero. Católicos, protestantes, musulmanes, paganos, los de la Nueva Era, y aún los ateos, han aceptado esta representación no bíblica de Cristo, todo gracias al ecumenismo.
El evangelio ecuménico, el cual ha ganado la aceptación de cada uno, es un evangelio que está completamente desprovisto de todo asunto doctrinal que pertenezca a la verdad presente. En realidad, muchos que participan en el movimiento ecuménico, como el hinduismo y los budistas, ven a Jesús como uno de los meros grandes maestros o profetas. Ellos lo ubican al mismo nivel de Krishna, Buda, o Mahoma. Este fenómeno ecuménico universal, acepta y respeta a toda la gente de todas las tradiciones de cada cultura y fe.
Desde que los Adventistas han sido participantes con organizaciones ecuménicas desde los años 1957, esto los ha llevado a restarle importancia o en algunos casos, hasta un rechazo o negación de nuestros mensajes distintivos. ¿Hemos llegado a un lugar donde la fidelidad doctrinal se ha vuelto sin importancia para nuestra misión? ¿Podemos honestamente ignorar nuestras verdades fundamentales y sólo enfocarnos en los puntos de doctrina que todo el mundo acepta, a pesar de que ellos están adorando ídolos inútiles o supersticiones paganas? Esta acción de parte de los líderes de las iglesias ha resultado en una enorme distorsión pública de la verdadera misión y mensaje del movimiento Adventista del Séptimo Día. Por supuesto, sabemos que nadie puede arrebatar o mal interpretar su fe personal; eso es solo entre Dios y usted.
El problema está en la plaza pública, donde los más ruidosos y las voces más conocidas que profesan representar nuestra fe, no hablan claramente del mensaje histórico Adventista del Séptimo Día. Estos diplomáticos ecuménicos ASD, también representan mal a nuestro Padre Celestial, y Su santo carácter, trayendo de ese modo una interrogante sobre la posibilidad de hablar acerca de Dios. Representar a Jehová como uno que aboga por el movimiento ecuménico, como se conoce hoy, sería hablar falsamente acerca de El.
«Jehová dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job.» Job 42:7.
Actualmente la mente ecuménica está en una posición que es muy opuesta a la verdad de la fe Adventista del Séptimo Día. El mensaje del fuerte pregón de Dios de Apocalipsis 18:4 convoca a cada uno a «salir» de Babilonia y es completamente contrario al llamado del movimiento ecuménico a unirse a la familia babilónica. En la siguiente declaración, usted verá como el Espíritu de Profecía nos advierte contra el adoptar una actitud ecuménica: «Nosotros no debemos de hacer menos prominente las verdades especiales que nos han separado del mundo, y nos han hecho lo que somos; porque ellas están llenas de intereses eternos.» El Evangelismo, pág. 93.
«Cuando las iglesias principales de los Estados Unidos, uniéndose en puntos comunes de doctrina, influyan sobre el estado para que imponga los decretos y las instituciones de ellas, entonces la América protestante habrá formado una imagen de la jerarquía romana, y la inflicción de penas civiles contra los disidentes vendrá de por sí sola.» El Conflicto de los Siglos, pág. 499.
La hermana White estaba describiendo claramente el movimiento ecuménico. Ella no lo llamó «Movimiento Ecuménico» porque esa frase no se usaba en sus días; sin embargo, ella definió exactamente que el ecumenismo es el vehículo para influenciar una Ley Dominical y ayudar a formar la imagen de la bestia. Así es como Satanás está uniendo todas las iglesias. ¿Por qué no pueden ver esto hoy los adventistas del Séptimo Día? Si lo viéramos, no tendríamos nada que ver con el ecumenismo, sino que lo desenmascararíamos por lo que es.
Ha sido el plan de Satanás, el destruir la fe de Jesús, el mensaje de los tres ángeles, y nuestras verdades distintivas, a través del movimiento ecuménico. El ha tenido mucho éxito en causar que muchos pierdan de vista la verdad presente de Dios. Aún así, el Señor está tomando otra vez las riendas de la obra en sus propias manos. El capacitará a su pueblo para que audazmente presente Su mensaje en la plaza pública. Sus originales, auténticos e históricos testigos Adventistas del Séptimo Día, pronto arrasarán este mundo, y los hombres serán impotentes para refrenarlos.
«Vi que este mensaje terminaría con fuerza y vigor muy superiores al clamor de media noche.» Primeros Escritos, pág. 278.
«El poder que dominó a la gente con tanta vehemencia en el movimiento de 1844, se revelará de nuevo. El mensaje del tercer ángel avanzará, no en tono de susurro, sino con potente voz.» El Evangelismo, pág. 504.